Japón decidió el viernes poner fin prematuramente a su campaña anual de pesca de ballena en la Antártida por el acoso de la asociación ecológica Sea Shepherd, una decisión aclamada por las organizaciones de defensa de los animales.
Los militantes de esta asociación basada en Estados Unidos persiguen cada año a los balleneros japoneses a bordo de sus propios barcos para impedir la captura de los cetáceos.
"Con el fin de garantizar la seguridad de los miembros de la tripulación y de los barcos, el gobierno se ve obligado a poner fin a la campaña", dijo durante una conferencia de prensa el ministro japonés de Agricultura y Pesca, Michihiko Jano.
El ministro japonés de Relaciones Exteriores, Seiji Maehara, pidió a los embajadores de Australia, Nueva Zelanda y Holanda que frenen la actividad de esta asociación, a la que permiten utilizar sus banderas y sus puertos.
El canciller aseguró que su ministerio había convocado a los representantes de los tres países para instarlos "con contundencia que tomen medidas efectivas para evitar la reincidencia de las actividades de obstrucción de Sea Shepherd".
"Es lamentable que tales obstrucciones hayan podido producirse. Vamos a tener que encontrar la forma de impedir este tipo de acoso", añadió.
El fundador canadiense de Sea Shepherd, Paul Watson, se alegró de esta decisión, pero advirtió que no van a bajar la guardia.
"Es una buena noticia", dijo a la AFP. "Aunque nos quedaremos junto a los barcos japoneses hasta que pongan rumbo al norte y estar seguros de que se alejaron del santuario de ballenas del océano austral".
La Agencia de Pesca ya había anunciado el miércoles la suspensión, a partir del 10 de febrero, de las actividades del "Nisshin Maru", el barco factoría de la flota nipona, alegando razones de seguridad y adelantó que estaba considerando el regreso de la flota un mes antes de la fecha habitual del fin de la temporada, a mediados de marzo.
Japón pesca anualmente varios centenares de ballenas en aguas de la Antártida con fines de "investigación científica", una práctica tolerada por la Comisión Ballenera Internacional que prohíbe la pesca comercial desde 1986.
Pero la Agencia de Pesca indicó que solo 172 ballenas habían sido capturadas durante la presente temporada, es decir, apenas un quinto del objetivo previsto.
Australia, que recurrió el pasado mes de junio a la Corte Internacional de Justicia para obligar a Japón a poner fin a esta práctica, y Nueva Zelanda expresaron el viernes su esperanza de que Tokio renuncie de forma definitiva a la pesca de ballena.
Las autoridades japonesas afirman que esta pesca forma parte integrante de la cultura japonesa, aunque no ocultan que la carne de ballena al final se pone a la venta.
Los ecologistas denuncian una práctica cruel e inútil y subrayan que esta carne no es especialmente apreciada en Japón y, además, las misiones subvencionadas por las autoridades le cuestan caro al contribuyente.
Según Junichi Sato, de la organización ecologista Greenpeace, la campaña fue acortada debido a los masivos stocks de carne de ballena ya acumulados.
"Celebramos esta decisión, pero lo que Japón debería decidir realmente es poner fin del todo a la 'pesca científica'", dijo.
Según Patrick Ramage, director del Programa Internacional sobre la Ballenas en el Fondo Internacional para la Protección de los Animales, el gobierno de centro-izquierda que llegó al poder en Japón en 2009 es más consciente del coste económico y diplomático de las campañas balleneras.
"No es el fin de la caza de ballenas en Japón, pero puede ser el principio del fin de la caza comercial en un santuario internacional", estimó.
Fuente: http://www.globovision.com